martes, 23 de diciembre de 2008

Lisboa, capital del país vecino


La presencia del Atlántico ha marcado la historia de este pueblo de marineros, aventureros y descubridores entre los que se encuentran Vasco de Gama o Enrique el Navegante. Por ello también es el país de la saudade y del fado, como signo de la tristeza que llenaba el corazón de quienes se echaban al mar durante meses o años sin conocer bien su destino, pero añorando lo que dejaban atrás. El paso de los celtas, fenicios, griegos y árabes por sus tierras, así como las influencias africanas y suramericanas de su pasado colonial. De Norte a Sur, Portugal descubre una inmensa riqueza histórica y cultural, una asombrosa diversidad de paisajes y un vecino al que, sin razón alguna, España mira a veces por encima del hombro.
Lisboa es una montaña rusa que exige al turista embarcarse en un trayecto de continuas subidas y bajadas para descubrir sus encantos. Se requiere paciencia, agua y buen calzado para transitar por las estrechas callejuelas del barrio de Alfama, subir hasta el Castelao de San Jorge o llegar a los bares del Bairro Alto. Un mapa de la ciudad para una primera ubicación podría ser muy útil. No obstante, pronto hay que olvidarse de él y aventurarse por las calles laberínticas, que conducen a destinos distintos del planeado sobre el papel. La visita a Lisboa es siempre particular, porque cada cual se pierde a su manera.
Los barrios de la Baixa, Chiado, Alfama, Mouraria, Graça y Bairro Alto conforman el centro histórico lisboeta, asentado sobre las colinas. Varios miradores ofrecen espléndidas vistas de la ciudad y del río. La Praça dos Restauradores, junto al Rossio, separa la ciudad vieja de la moderna. El principal eje comercial de la nueva Lisboa es la Avenida da Liberdade, que se extiende hasta el parque Eduardo VII . Lo más destacado de esta zona es el Museu da Fundaçao Gulbekian que expone una rica colección de arte.
Baixa
Después del gran terremoto de 1755, el corazón de la ciudad tuvo que ser reconstruido. El poderoso Marqués de Pombal impuso su plan urbanístico de amplias avenidas y calles, muy diferente al diseño de estrechas callejuelas que imperaba entonces en las capitales europeas. Las calles y plazas llevan nombres que aluden a su importancia como centro comercial: Rua do Ouro (oro), Rua da Prata (plata). El arco del triunfo, que conmemora la reconstrucción de la ciudad, da paso a la peatonal Rua Augusta, eje principal de la Baixa en Cais de Sodre sigue teniendo lugar el tradicional mercado de pescado cada mañana.
Alfama, Graça y Mouraria
Los callejones medievales y las casas desvencijadas y revestidas de azulejos de Alfama, Graça y Mouraria constituyen la parte más antigua y melancólica de Lisboa. Las murallas visigodas del Castelo de Sao Jorge dominan sobre el conjunto. Es casi imposible no perderse entre los pasadizos y calles laberínticas de estos barrios en el ascenso al castillo y, en realidad, eso forma parte de su encanto. Cada martes y cada sábado tiene lugar un curioso mercadillo en el Campo de Santa Clara, conocido como Feira da Ladra. En esta plaza se muestra, altivo, el impoluto Panteao Nacional.
Bairro Alto
En la colina opuesta a la de Alfama se ubica este popular barrio, unido a la Baixa por el área comercial, plagada de terrazas y cafés literarios, conocida como el Chiado. Uno de ellos el Café A Brasileira, de estilo art nouveau, tiene una estatua de bronce de Fernando Pessoa. Otro modo de llegar al Bairro Alto desde la Biaxa es usando el Elevador de Santa Justa, obra del arquitecto Eiffel. El Bairro Alto se desarrolló en el siglo XVI como zona residencial de comerciantes. Hoy en día es el centro de la vida social de Lisboa, donde se juntan los jóvenes una vez retirada la fruta de las aceras, la ropa tendida se descuelga y los negocios de día ceden turno a los de la noche.
Belém
A orillas del Tajo, se encuentra el barrio de Belém. El elegante edificio del Monasterio dos Jerónimos, es una joya del gótico manuelino. También se alza la Torre de Belém, emblema de Lisboa. Se construyó en el siglo XVI como faro y torre defensiva. Cerca en el margen del río, está el famoso Padrao dos Descobrimientos, que homenajea a grandes descubridores portugueses. Desde este punto se consigue una buena fotografía del Ponte 25 de abril, que recuerda al anuncio de Mapfre.
El Parque das Naçoes
El recinto que albergó la Expo'98 es hoy un enorme parque concurrido por los capitalinos. Cantidad de restaurantes y cafés modernos se alojan en los edificios construidos para el evento. Uno de los pabellones alberga el Oceanario, el mayor acuario de Europa. La torre Vasco de Gama, de 120 metros de altura ofrece una extraordinaria visita de la ciudad y del estuario del Tajo. Junto a ella, encontramos el puente que lleva el mismo nombre y que tienes 18 kilómetros de largo sobre el agua.




Para realizar esta entrada, he entrado mucho en una página en la que dejo aquí el enlace.

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